La Degollada es un
humedal artificial situado cerca de Calahorra, que fue construido a
modo de compensación por la destrucción a finales del siglo XX del
humedal del embalse de La Estanca-Perdiguero, cuyas obras de
recrecimiento arrasaron lo que otrora fuera una de las zonas
húmedas de interior más importantes de todo el norte peninsular.
Aunque
actualmente La Degollada no es más que una triste caricatura de lo
pretendido, podemos considerarlo como un lugar muy interesante no ya
sólo por sus lagunas, sino por encontrarse en el entorno del monte
de Los Agudos, donde se encuentra la repoblación de pino carrasco
más importante de toda La Rioja y donde los pequeños barrancos
formados por las escorrentías forman un singular paisaje, las
yasas.
Situación de embalse de La Degollada. Calahorra |
Un paseo otoñal por la zona permite apreciar gran parte de la biodiversidad de este pequeño pero variado ecosistema. No es necesario recorrer grandes distancias ni hacer un elevado esfuerzo físico. Existen habilitados unos cómodos caminos a modo de recorrido, a lo largo de los cuales se encuentran observatorios, miradores y paneles informativos que informan con mayor o menor acierto sobre lo que los ojos de uno pueden ver desde allí.
Un día cualquiera
de octubre:
Comenzando
el recorrido por la zona de las yasas nos encontramos en un entorno semiestepario, donde entre arbustos y matas podremos ver a las
últimas collalbas grises (Oenanthe
oenanthe) en
migración hacia sus cuarteles de invierno en África. También
otras aves residentes como la cogujada común (Galerida
cristata), las
currucas cabecinegra (Sylvia
melanocephala) y
rabilarga (Sylvia
undata) o rapaces
como el cernícalo vulgar (Falco
tinninculus), el
aguilucho lagunero (Circus
aeruginosus) y el
ratonero común (Buteo
buteo), que buscan
pequeños animales en los campos y alrededores del humedal.
Una
vez llegados a las lagunas, nos topamos con la primera de ellas. Una
laguna de decantación cuyas orillas de piedra le dan un aspecto muy
poco natural por no decir espantoso. Este es un buen lugar para
observar especies como el zampullín común (Tachybaptus
ruficollis), también
anátidas como el ánade azulón (Anas
platyrhynchos) o el
pato cuchara (Anas
clypeata), pero
sobre todo para ver cantidad de fochas (Fulica
atra), que se
alimentan de los abundantes y dañinos cangrejos rojos. En sus
orillas es común encontrar lavanderas blancas (Motacilla
alba) y pequeños
limícolas como los andarríos chico (Actitis
hypoleucos) y grande
(Tringa ochropus).
De
camino a la segunda laguna -la de mayor tamaño- pueden verse
pequeños grupos de jilgueros (Carduelis
carduelis) y
pardillos (Carduelis
cannabina),
que picotean las flores secas y marchitas de los cardos, también
algún triguero (Emberiza
calandra)
encaramado sobre las tamarices y entre éstas, resultan muy
numerosos los ejemplares juveniles de mosquitero musical
(Phylloscopus
trochilus),
que aprovechan las zonas húmedas plagadas de mosquitos para reponer
fuerzas y continuar su viaje hacia el África subsahariana.
Otra
especie norteña que se encuentra de paso es el pechiazul (Luscinia
svecica),
precioso pájaro que prefiere las zonas de vegetación más próximas
a la orilla de la laguna. Aquí nos encontramos con el primer
observatorio, situado en un punto estratégico para poder divisar
gran parte de la laguna sin asustar a sus moradores; ánades
azulones y patos cuchara se alimentan de minúsculos animales en la
superficie del agua, mientras que garzas reales (Ardea
cinerea)
y somormujos lavancos (Podiceps
cristatus)
pescan cangrejos, ranas y pequeños peces. Las abundantes lluvias de
este año han mantenido alto el nivel de las aguas, por lo que al
menos este año no hay lugares adecuados para la observación de
limícolas. Si puede verse en cambio y con un poco de suerte al
martín pescador (Alcedo
atthis),
que tiene por costumbre atravesar la laguna de un lado a otro con su
vuelo rápido y rasante.
El
camino continúa bordeando la laguna a través del pinar. Existe
otro observatorio más adelante, pero si el caminante pretende
observar aves es mejor que ni se acerque a el. Si merece la pena
visitarlo -el observatorio- para así maravillarse uno tratando de
comprender como pudo una mente (supuesta-mente) humana plantar ahí
un observatorio a más de doscientos metros de la orilla y desde el
cual debido a la orografía del terreno es prácticamente imposible
ver la laguna. Recientemente se construyó un pequeño mirador a
media ladera, desde el cual la perspectiva es mucho mejor. Así como
otro más arriba en la cima del monte, muy alejado ya para poder
observar la laguna, pero con unas maravillosas vistas.
Ya
inmersos en el pinar la paloma torcaz (Columba
palumbus) sobrevuela
nuestras cabezas, los mitos (Aegithalos
caudatus) revolotean
en grupo por las copas de los árboles, la totovía (Lullula
arborea) canta en el
borde del bosque y el simpático petirrojo (Erithacus
rubecula) se muestra
curioso a nuestro paso. Tendrá que tener cuidado de no caer en las
garras del gavilán (Accipiter
nisus), que vigila
en silencio desde su posadero secreto. Sin darnos cuenta, hemos
llegado al final del recorrido principal donde otro increíble e
inútil observatorio apunta hacia otras tres lagunas más pequeñas,
que el terreno y la vegetación impiden ver, aunque sí se puede
escuchar procedente de allí el histérico grito del rascón (Rallus
aquaticus), pequeño
habitante del carrizal que rara vez sale a descubierto.
Dejando
ya de lado las lagunas podemos continuar por un sendero más
estrecho que discurre entre los pinos, donde zorzales (Turdus
philomelos) y mirlos
(Turdus merula)
alborotan nerviosos al paso del observador y el pito real (Picus
viridis) suelta una
risotada, como si se burlase de quien trata de observarlo. Por este
camino llegamos hasta los restos arqueológicos de dos presas que
antaño inundaron la zona, una de origen romano que data del siglo I
y otra algo más moderna del siglo XIX.
Desde
aquí, al atardecer podremos contemplar como el sol se apaga tras el
horizonte tiñendo el cielo de rojo fuego y -si somos pacientes y
silenciosos- escuchar los cantos de los búhos real (Bubo
bubo)
y chico (Asio
otus)... quién sabe si a lo mejor también observar cómo sus siluetas
extienden el silencioso manto de la noche.
Búho real (Bubo bubo). Foto archivo |
Nos vemos en el campo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario