Siempre nos hemos preguntado, desde la edad antigua, a dónde van las aves, en que lugar se encuentran cuando desaparecen de nuestra vecindad, de que lugar proceden cuando regresan con nosotros, por qué espacio se mueven, como cruzan en sus vuelos grandes cordilleras y espacios marinos, etc., preguntas que se han intentado resolver de diversos modos, pero que no es sino a través del anillamiento científico, nacido en 1.899 en Dinamarca, cuando se han podido atisbar una buena parte de las respuestas de a dónde o de donde van o vienen nuestras aves silvestres.
Pero el anillamiento científico supone la necesidad de marcar una gran cantidad de ejemplares a través de su captura, para obtener posteriormente unos datos de algunas de ellas de forma casual, es decir, por recapturas, localización de cadáveres, etc. Con este método, es necesaria la captura y anillamiento de cientos de aves de especies pequeñas, a veces miles como en el caso de vencejos, o decenas de individuos de las más grandes, para poder obtener apenas una decena de datos de cada una (localidad de anillamiento, localidad de recaptura, trayecto realizado, tiempo transcurrido, fenología, causa de hallazgo, estado del ejemplar y poco más).
Mediante el enorme trabajo necesario para obtener grupos de datos suficientes para poder ser interpretados a través del anillamiento científico, los obtenidos a través de un siglo de participación de muchos miles de anilladores distribuidos por casi cualquier lugar del mundo y la colaboración de otros tantos miles de ciudadanos en la comunicación de los hallazgos casuales, han permitido conocer relativamente bien las áreas de distribución (reproductora, migratoria e invernal) de muchas especies, especialmente las que nidifican en Europa Occidental y Norteamérica, al ser aquí donde actúan la mayor parte de anilladores.
El anillamiento científico ha evolucionado hasta nuestros días no tanto en el método utilizado (captura organizada y recaptura casual), sino sobre todo en la centralización de los datos de captura, la organización de los colaboradores, la sistematización de los datos obtenidos, la racionalización del esfuerzo, los programas de prioridades y ya más recientemente, la cualificación de los colaboradores, la utilización del momento de la captura para la obtención de otros datos complementarios (biometría, muda, estado sanitario, etc.) y el análisis de los datos aplicado a temas de diversa índole (demografía, ecología, conservación, etc.).
Necesidades de conocimientos más profundos sobre determinadas especies, muchas veces por tratarse de poblaciones reducidas, en precario estado de conservación, protegíDas, etc. obligaron a los científicos, sobre todo a finales del pasado s.XX a pensar en métodos de marcaje alternativos que no implicasen la recaptura (hallazgo) casual de las aves marcadas, al menos que fuese posible identificar al ave marcada sin necesidad de tenerla en la mano, apareciendo sistemas de identificación visual de los individuos como la combinación de anillas de colores (aves relativamente pequeñas), sobre todo para estudios localizados en las mismas localidades del anillamiento, y el uso de anillas de color con códigos alfanuméricos de lectura a distancia (aves de tamaño grande) para estudios localizados dentro y fuera del área de anillamiento.
Sin duda las combinaciones de anillas de colores y las anillas de lectura a distancia, supusieron un avance enorme en cuanto a la detección de ejemplares marcados, puesto que un mismo individuo puede producir más de un “control” (algunas veces decenas de ellos) sin necesidad de ser nuevamente capturado o localizado su cadáver, reduciéndose así el esfuerzo de marcaje (menos ejemplares marcados) y traduciéndose sin embargo en un aumento de resultados (obtención de mayor número de controles).
Abundando aún en el marcaje con señales de lectura a distancia, dado que las anillas no siempre pueden ser bien leídas por la distancia a la que se encuentra el ave del observador, se idearon métodos alternativos de marcaje individual que aumentaron aún más el número de controles proporcionado por la fracción de aves marcadas, siendo este el caso de la utilización de otras marcas, alternativas o complementarias a las anillas, pero siempre más fáciles de detectar que estas, como pueden ser los collares, las marcas nasales y sobre todo las bandas alares, siendo estas últimas las señales de lectura a distancia hasta ahora más usadas y que en el caso de aves de tamaño grande y muy grande, llegan a producir más de un control visual por cada ave marcada de este modo, sin necesidad de recaptura.
Lugares de marcaje de algunos buitres controlados en La Rioja por método de marca alar. |
Pero el marcaje de aves para estudiar sobre todo sus movimientos, su área de distribución, reproducción, ecología o evolución de la población no ha acabado con las marcas de observación directa, sino que la tecnología aplicada entra de lleno en el tema y sus aplicaciones comienzan a desarrollarse, sobre todo a partir de los años noventa del pasado siglo y con plenas aplicaciones actualmente.